Hace unos días reportamos el caso de un conductor japonés de televisión quien comió, frente a toda su audiencia, unos vegetales crecidos en la zona de Fukushima con la intención de comprobar que estos no están contaminados. Sin embargo, a los pocos días de su temeraria demostración, el conductor contrajo leucemia. Luego del accidente registrado en la planta nuclear de Fukushima, tras el embiste del terremoto, la radiación liberada permeó, a pesar de los esfuerzos, los suelos de una extensa región agrícola. Alimentos como verduras, leche, carne, pescado, agua, te y el arroz, esté ultimo pilar de la canasta básica en Japón y muchos otros países, debieron ser desechados tras registrar niveles excesivos de contaminación, al contener cesio. 
“las raíces son las que actúan como mecanismo estabilizador. Realizan filtración, lo que significa que van a absorber y van a dejar cerca ellas tanto metales pesados como restos de uranio. Esto está siendo estudiado para saber cómo quedan estos elementos, pero lo que sí se sabe es que la planta es tolerante a altas cantidades de metales pesados y de uranio y también las ingresa en su metabolismo, por lo tanto, no pasan a las capas superficiales de agua y tampoco se trasladan en el terreno o el suelo” afirma la especialista argentina en bioquímica, Adalgisa Scotti, quien estudia este tema en el Centro Internacional de Estudios de la Tierra.
Y que mejor manera de contribuir al combate del catastrófico escenario que sembrar millones de flores, las cuales no solo ayudan a depurar las tierras afectadas, sino que, al menos en un plano simbólico, irradian esperanza a una población desmoralizada.